Este viernes 17 de agosto, se realizó en esta Embajada una ofrenda floral ante el busto del prócer revolucionario argentino, el General José de San Martín, al cumplirse el 162 Aniversario de su fallecimiento
Este hombre, fallecido lejos de su Patria, voluntariamente alejado de su guerra civil y rodeado solamente de su familia más íntima y un puñado de allegados, fue imprescindible en la revolución americana.
Su carrera americana duró doce años, entre 1812 y 1824, que le bastaron para retornar a su tierra de nacimiento, participar escuetamente en los avatares políticos de los primeros gobiernos patrios y, sobre todo, abocarse a la organización de una poderosa y eficiente maquinaria militar en Mendoza, frontera marginal del antiguo virreinato.
Siempre se enfatizaron las dotes de San Martín como estratega y táctico, con un manejo profundo de la logística militar y así se explica el éxito de sus campañas a Chile y al Perú. Pero ese talento hubiese sido insuficiente, si San Martín no hubiera tenido la capacidad de inspirar, de convencer a los pueblos de Sudamérica sobre la necesidad de la revolución y lo inevitable de la guerra para sostenerla.
Es que San Martín, no realizó sus campañas militares para consolidar la independencia y la libertad de las Provincias Unidas, como mal lo relataban nuestros manuales escolares. San Martín era un patriota americano y pensaba la revolución en esos términos. Todavía en 1824, como lo prueban recientes investigaciones, iniciado su exilio, se preocupó por buscar apoyo y obtener recursos para finalizar la campaña del Perú, que ya no lo tenía como Jefe, condición que resignó a favor de Bolívar, ese otro gran patriota americano.
La historiografía tradicional argentina contrapuso ambas figuras, sabemos hoy que lejos de ser contradictorias, eran complementarias. Ello no impide reconocer las diferencias de personalidad de ambos Libertadores. John Lynch, autor británico de sendas biografías sobre Bolívar y San Martín, señalaba que la vida de Bolívar se construía sola, por el torrente de documentos, retratos, papeles que reflejaban su vida pública y privada y su personalidad seductora y expansiva. Decía que para escribir sobre Bolívar había que “defenderse” de él. Abordar la tarea de reconstruir la vida de San Martín era justo lo contrario, había que edificar su biografía sobre sus silencios y reservas. Ambos, San Martín y Bolivar fueron dos mazas que demolieron el aparato militar español en América. Pero no fueron suficientes para construir una gran república americana. Los intereses, la geografía indómita y los particularismos balcanizadores pudieron más.
Quizás ese legado es el que debamos honrar con este homenaje, no las batallas ganadas, ni las epopeyas escolares, sino la tarea inconclusa: la Patria Grande, ese sueño de San Martín y de nuestros libertadores, esa utopía pendiente y necesaria.